Con el sudor de tu frente… El Comercio – 10/12/13


Un espacio en la ecología humana de la mayoría de personas es el trabajo. Pasamos allí el mayor porcentaje de nuestro tiempo y por ello, ese ámbito condiciona nuestra forma de ser, pensar; nuestro estado de ánimo e identidad. Lo que recibimos a cambio suele definir nuestro estatus, estilo de vida y futuro.

Hace años, recuerdo mi sorpresa al escuchar en Méjico, que los peruanos éramos reconocidos como muy trabajadores. Es verdad, somos trabajadores y también recurseros , aún con nuestros defectos. De nuestro progreso, hay que agradecer el manejo económico acertado y estable, pero eso es sólo el marco. La mayor parte se debe a que el peruano es emprendedor y trabajador. Nuestros pueblos jóvenes progresan lenta pero inexorablemente, porque somos trabajadores y tenemos esperanza de un futuro mejor.

El que tiene su propio negocio, sea restaurante, imprenta, transporte, etc., sabe que no hay horario y que el trabajo es una bendición, y quizá por eso trabaja largas horas sabiendo que el fruto de su esfuerzo asegura un mejor futuro a su familia. Pero el que está a sueldo no tiene ese consuelo. Trabaja largas horas porque no quiere perder el trabajo, pero por su tiempo y esfuerzo adicional, no recibe nada.

Las Leyes de Indias en el virreinato ya establecían la jornada de 8 horas, pero en el Perú, en muchos trabajos, son 10, 12 o 14. Si quieres permanecer o progresar, no te queda otra. Los dueños o gerentes ganan méritos y dinero sobre la espalda del trabajador que no tiene cómo quejarse y que agotado, poco puede compartir con sus hijos fuera del fin de semana.

El trabajo no puede ser ni el sentido ni el fin de la vida. Con el trabajo sustentamos nuestra familia y contribuimos al progreso de la sociedad, y esto nos gana el respeto propio y ajeno, pero es un medio al servicio de un fin mayor. No nos puede, como una sanguijuela, robar el tiempo y energía que tenemos derecho a dedicar a nuestra familia y amigos; a nuestro descanso y recreación; a poder ayudar a otros y a la sociedad. No se vive sólo para trabajar.

Dueños y gerentes que desde sus puestos de responsabilidad y decisión, extraen del que trabaja horas que no pagan, robándoselas a su familia y su vida privada, cometen abuso e injusticia. Esto debe cambiar. Es una exigencia de nuestra propia naturaleza y en beneficio de todos que el trabajo sea un ambiente más humano y respetuoso de la dignidad y libertad de cada uno.

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